Cuando le solicité al Director del Museo: "¿Qué quisieras que incluyera la pintura?", René Boretto Ovalle me envió la siguiente sugerencia que ha sido para mí uno de los incentivos más importantes en esta obra.
QUISIERA
Quisiera empapar un lienzo con aquellos relatos que nos hacen los muros y las puertas viejas. Quisiera darle vida, para un mañana, a los lamentos y ayes de quienes quedaron encerrados en el crisol mágico donde se hizo esta amalgama humana.
Quisiera cubrir los muros, no con pinturas, sino con cuentos, los que susurran esos fantasmas locos, traspasando lustros. Darle loca vida, jolgorio, triunfos, a una mascarada impune que se adueñe de todo. Que los grises y los pardos, que los rojos y los ocres modelen barcos, vacas, hombres, volviendo a la vida aquellos tiempos.
Que el humo dueño de cielo y casas, mezcle en su olor a guano, los gritos de los troperos, los mugidos y los pitazos de barcos lejanos. Y que la chimenea sea, no cañón de muerte, sino cañón disparando vida con alimentos.
Que aquellas figuras, gigantes de pensamiento, ocupen tronos en nuestros recuerdos y que no olvidemos lo que significa sueño y esperanza en un mundo al que nadie traba sus veloces aspas cuando está en movimiento.
Que las rumorosas telas susurren cuentos de la Casa Grande y que sus árboles perennes hagan escuchar sus trinos, opacando el rumor de la ranchada.
Quisiera oler todavía la madera aserrada de la pinotea fresca. Quisiera sentir en la garganta el sabor amargo del extracto y degustar con la mente el incienso de la humareda negra, adivinando siluetas quebradas por la luz de aquella primera lámpara.
Quisiera dibujar aquella torre de Babel gigante, donde gentes de sesenta mundos hicieron uno solo llamado trabajo. Quisiera desentrañar la veta de tantas sangres juntas y adivinar en la sociedad que surge los miles de sueños que acá acunaron mugidos de vacas y cuchillos degollando.
Quisiera demostrar que no fue una quimera aquello de los puertos repletos, con barcos esperando, con gente pescando y pitazos en alemán, en inglés y en griego, llevando en sus panzas la producción de Fray Bentos.
Quisiera, hasta con ruido, representar el chasquido de las cornamentas desechas, con los marroneros cansados, los maneadores pateados, los bajadores de cueros y hasta la experiencia, blandiendo los “naifes”.
Quisiera que se demuestre que el trabajo no cansa si se hace con esperanza. Que sobraba tiempo, que sobraban ganas y hasta sobraban fuerzas para que los “triperos” ganaran en la cancha.
Quisiera que la gente entienda, en mudo diálogo, lo que de las paredes brota con claridad meridiana; que el pasado es el mañana y que el hoy es nada si no respetamos el clamor de los antepasados.
Quisiera, de alguna manera mágica, por cierto, que Europa se enterara lo que un tarro de extracto acá significaba. Pastos, ganado mugiendo, arrieros con frío, obreros sedientos, batallas de sol a sol con el trabajo y sólo mugidos perdidos en el viento.
Quisiera homenajear en un hito, al obrero todo. A las mujeres y hombres que cruzaron campos caminando, en defensa de sus ideales, de ampollas los caminos sembrando.
Quisiera, con todo respeto, que la gaviota blanca, sobrevolando el puerto, no fuera una gaviota marina, de esas pituconas. Que represente la libertad, que represente la esperanza, como toda ave que desde lo alto, divisa el horizonte clareando.
Sugerencias de René
Quisiera empapar un lienzo con aquellos relatos que nos hacen los muros y las puertas viejas. Quisiera darle vida, para un mañana, a los lamentos y ayes de quienes quedaron encerrados en el crisol mágico donde se hizo esta amalgama humana.
Quisiera cubrir los muros, no con pinturas, sino con cuentos, los que susurran esos fantasmas locos, traspasando lustros. Darle loca vida, jolgorio, triunfos, a una mascarada impune que se adueñe de todo. Que los grises y los pardos, que los rojos y los ocres modelen barcos, vacas, hombres, volviendo a la vida aquellos tiempos.
Que el humo dueño de cielo y casas, mezcle en su olor a guano, los gritos de los troperos, los mugidos y los pitazos de barcos lejanos. Y que la chimenea sea, no cañón de muerte, sino cañón disparando vida con alimentos.
Que aquellas figuras, gigantes de pensamiento, ocupen tronos en nuestros recuerdos y que no olvidemos lo que significa sueño y esperanza en un mundo al que nadie traba sus veloces aspas cuando está en movimiento.
Que las rumorosas telas susurren cuentos de la Casa Grande y que sus árboles perennes hagan escuchar sus trinos, opacando el rumor de la ranchada.
Quisiera oler todavía la madera aserrada de la pinotea fresca. Quisiera sentir en la garganta el sabor amargo del extracto y degustar con la mente el incienso de la humareda negra, adivinando siluetas quebradas por la luz de aquella primera lámpara.
Quisiera dibujar aquella torre de Babel gigante, donde gentes de sesenta mundos hicieron uno solo llamado trabajo. Quisiera desentrañar la veta de tantas sangres juntas y adivinar en la sociedad que surge los miles de sueños que acá acunaron mugidos de vacas y cuchillos degollando.
Quisiera demostrar que no fue una quimera aquello de los puertos repletos, con barcos esperando, con gente pescando y pitazos en alemán, en inglés y en griego, llevando en sus panzas la producción de Fray Bentos.
Quisiera, hasta con ruido, representar el chasquido de las cornamentas desechas, con los marroneros cansados, los maneadores pateados, los bajadores de cueros y hasta la experiencia, blandiendo los “naifes”.
Quisiera que se demuestre que el trabajo no cansa si se hace con esperanza. Que sobraba tiempo, que sobraban ganas y hasta sobraban fuerzas para que los “triperos” ganaran en la cancha.
Quisiera que la gente entienda, en mudo diálogo, lo que de las paredes brota con claridad meridiana; que el pasado es el mañana y que el hoy es nada si no respetamos el clamor de los antepasados.
Quisiera, de alguna manera mágica, por cierto, que Europa se enterara lo que un tarro de extracto acá significaba. Pastos, ganado mugiendo, arrieros con frío, obreros sedientos, batallas de sol a sol con el trabajo y sólo mugidos perdidos en el viento.
Quisiera homenajear en un hito, al obrero todo. A las mujeres y hombres que cruzaron campos caminando, en defensa de sus ideales, de ampollas los caminos sembrando.
Quisiera, con todo respeto, que la gaviota blanca, sobrevolando el puerto, no fuera una gaviota marina, de esas pituconas. Que represente la libertad, que represente la esperanza, como toda ave que desde lo alto, divisa el horizonte clareando.
Sugerencias de René
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